Durante siglos el Arte era un trabajo más, una manera de ganarse la vida con encargos. Casi nadie pintaba por propia iniciativa, casi todos lo hacían por encargos de familias o instituciones con poder. Y pintaban sobre la temática que se les encargaba.
La gran explosión del Arte Libre, de la libertad creativa, el gran cambio se produjo en el siglo XIX, coincidiendo con el movimiento del Romanticismo. Antes de este siglo, los artistas eran considerados artesanos de élite, y su trabajo dependía casi exclusivamente de los encargos. El cambio no fue repentino, sino el resultado de profundas transformaciones sociales y de pensamiento.
El Romanticismo cambió la percepción del artista. Ya no era un simple artesano habilidoso, sino un genio con un mundo interior único y propio, atormentado y visionario. El arte pasó a ser un vehículo para expresar emociones personales, sueños y pesadillas, no solo para ilustrar historias bíblicas o retratar a un noble.
Las revoluciones de esos tiempos convulsos, especialmente la francesa, debilitaron el poder absoluto de la Iglesia y la monarquía. Surgió una nueva clase social adinerada: la burguesía. Estos nuevos compradores no querían grandes escenas religiosas para un palacio, sino obras más pequeñas y personales para sus casas: paisajes, escenas cotidianas y costumbristas y retratos familiares o propios que reflejaran su nuevo estatus.
Al haber más posibles compradores, nació un mercado del arte. Los artistas empezaron a pintar obras por iniciativa propia para luego exponerlas y venderlas en salones oficiales y galerías privadas. El artista ya no esperaba el encargo, sino que creaba primero y buscaba un comprador después. Ya no era un simple artesano con su taller dispuesto a realizar encargos, sino un creador que tenía que buscar su propia temática.
Goya es a menudo considerado el primer artista moderno y la figura perfecta que ilustra esta transición. Aunque fue pintor de la corte de Carlos IV, diríamos que comenzó como artista del modelo antiguo con encargos para la iglesia, una parte crucial de su obra la realizó por pura necesidad personal, sin encargo alguno y sin intención de que fuera vista por el público.
Sus "Pinturas Negras", pintadas directamente sobre las paredes de su casa, la Quinta del Sordo, son el ejemplo máximo de esta nueva libertad. Son obras oscuras, violentas y enigmáticas que surgen directamente de su mundo interior, de sus miedos y de su visión pesimista de la humanidad. Goya aquí no rinde cuentas a nadie; solo a su propia genialidad y a sus demonios internos. Algo similar podemos entender de sus colecciones de Grabados.