Pasear es peligroso pues te puedes encontrar cualquier cosa entre las ventanas que te observan. En este caso paseando por Oporto me encontré estas monjitas alegres y semi escondidas que nos miraban a los transeúntes.
Ante una monja como Dios manda, no puedes hacer otra cosa que volverte buena persona, y si encima te mira como si no te quisiera mirar, de soslayo, estás pillado y no puedes disimular.