Habitualmente para mirar estas piedras hay que agachar la mirada. Pero esta vez las tenemos que mirar de frente, y sabiendo que nunca se nos van a caer encima.
Agachar la mirada supone dejar al descubierto el cuello para que te den un golpe de mataconejos. Y no debemos ponerlo fácil nunca a los que nos quieren mal.
Por eso, siempre que podamos, hay que mirar con la frente levantada, mirando a la cara, y sabiendo que lo que tenga que ser, será.