Nos guste o no nos guste, ya vivimos con las imágenes de manera imposible de prescindir. Al existir tenemos la inevitable obligación de creérnoslas, aunque incluso sospechemos que sean falsas o que nos importen un bledo. Pero son capaces de meterse en nuestro inconsciente y dejarnos una impronta.
A partir de esto, es cierto que algunos saben manipularlas para que nos manipulen. Los unos y las otras contra todos.