No debemos dudar del color, es el que nos mueve la alegría. Es ese punto de vista que diferencia estados de ánimo.
No hay que vivir sobre saturados, pero casi, pues lo contrario, vivir grises no es recomendable.
Si nos sobra color, siempre podemos bajar un punto nuestras expectativas, y es menos complejo eso, que intentar subir la gracia, cuando creamos que la necesitamos.
Cada uno tenemos nuestros colores preferidos. No hay unanimidad, y eso es fabuloso. Así no nos convertimos en masas homogéneas, sino en colores complementarios o no.
